de MiMa Rivera, el Viernes, 20 de mayo de 2011
Me resulta sumamente extraño haber pasado una semana sintiendo tanta nostalgia, melancolía y tristeza cuando estoy acostumbrada a vivir en un país donde las sonrisas, la amabilidad vestida de los ‘por favor’, los ‘gracias’ y los ‘buenas tardes’ son parte del ambiente a toda hora. Esta semana en cada esquina de cada calle se escuchaba la misma conversación una y otra vez, mientras miles de familias encendían cirios y rezaban novenas al santo que les pudiera dar paz a su corazón y protección a su familia. Y es que todos, incluso el cielo, hemos llorado en silencio porque desde el domingo 15 de mayo, Petén está huérfano de al menos 27 personas que sólo querían trabajar en una parte del mundo donde, al parecer, ya no trae cuenta y resulta altamente peligroso ganarse Q50 diarios ('alta paga' para un jornalero, equivalente a US$6.25 diarios, que sirve para sostener mensualmente a una familia promedio de 8 miembros).
Mientras los infelices huérfanos y desconsolados padres se dan a la tarea de identificar cuerpos fieramente degollados foto en mano, la prensa mundial muestra imágenes dantescas con terribles titulares que solamente me hacen sentir avergonzada… muy avergonzada. Esa vergüenza se llama ‘ALIPORI’, que significa ‘vergüenza ajena’. Así, podemos sentir alipori cuando alguien hace algo incorrecto o sencillamente inoportuno, sobre todo si está de alguna forma relacionado con uno. En ese momento nos gustaría desaparecer; es cuando se piensa: ¡trágame tierra! Esta matanza está relacionada conmigo, no porque yo la haya hecho o planeado, sino porque soy chapina y no pude hacer algo por impedir que mataran a estos inocentes que solo buscaban mitigar el hambre de los suyos. Todos somos guatemaltecos y no movimos un dedo por evitarlo. Elegimos autoridades ineficientes, vendidas, que les importa un rábano nuestros problemas (pero si éstos se salen de control y se publican en la prensa mundial, allí sí se mueven para taparle el ojo al macho); permitimos que los narcos vengan y se adueñen de nuestro país, traficando y explotando a los nuestros; nos callamos y no hacemos nada, esperando que otros encuentren la solución. ¡¡¡¿¿¿Qué nos pasa, pueblo???!!!
No entiendo de política ni tengo el suficiente conocimiento para emitir opiniones y discursos originales; sólo sé lo que veo, escucho y leo. No tengo un doctorado en nada, más que el que la vida me dio con la experiencia. Pero lo que sí tengo es la sangre chapina que corre rauda y veloz por mis venas, así como un amor feroz por mi Guatemala que está siendo corrompida por los narcos, sangrada por los extorsionistas, violada (y sin siquiera un poquito de lubricante) por políticos sin valores que solamente buscan satisfacer su brutal ambición sin otro esfuerzo que el impulso que ésta les da. Hoy Guatemala abre un nuevo capítulo en su historia, misma que una y otra vez se escribe con tinta roja de sangre inocente, como si viviésemos con una maldición de la que no podremos librarnos jamás.
¿Y ahora qué? Mis hijos ya crecieron, se formaron y son hombres que están adentrándose en la vida de adultos; ya no tengo vástagos que me quiten el sueño cada noche, pensando en la vida que les esperará cuando sean mayores y yo no esté presente para defenderlos.
Hoy los que me preocupan son otros. Son los niños que no han nacido. Mis nietos que aún no llegan, los futuros hijos de mis amigas jóvenes (porque tengo varias) que recién se están casando y desean esperar un tiempo para formar su propia familia. Esos niños son los que me preocupan inmensamente, los futuros hijos de Guatemala que aún no vienen, quizás porque están esperando el momento en que las cosas cambien para que este país pueda recibirlos con ropas blancas sin manchas de sangre, pólvora y cocaína.
¿Y entonces? Sólo nos queda rezar, orar, pedirle a la energía universal, pasarnos chilca, darnos baños con ruda y albahaca… no lo sé; realizar cualquier acción en la que cada uno creamos y que rija nuestra vida espiritual para que este país tan lastimado recupere un poco la paz y la espiritualidad que tanto necesita para continuar. Recemos, sí, recemos todos juntos. Oremos todos juntos para que Dios, el Ser Superior o las Fuerzas Divinas, NOS ILUMINEN A TODOS en este año electoral: luz a unos para que demos nuestro voto al candidato más favorable a los intereses de nuestro país, y luz a otros para que con valentía, dignidad y honor sepan enderezar y dirigir el destino de nuestro país hacia un lugar seguro en el futuro, donde los niños que esperan nacer sean recibidos con ropas blancas y sin esas manchas que tanta vergüenza me dan.
Siento ‘ALIPORI’ de mis autoridades y ya no quiero sentirla más. ¿Y usted? Además de haber aprendido esta curiosa palabra hoy, siéntala, avergüéncese y rece u ore para que su voto sea el correcto, porque lo necesitamos de corazón si queremos contar el cuento a nuestros niños que aún no deciden nacer.
-Mima Rivera-
rivera.mima@facebook.com
4 comentarios:
Gracias Mima, por honrarnos con su corazón noble y lleno de amor!
Gracias a usted, de verdad, por honrarme al incluirme en su blog tan lleno de talento. LA QUIERO MUCHO!!!
El comentario anterior no era Anónimo, era yo.
Entonces no confunda! jajajaja mi amiga querida!
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